Pongo pasó algún tiempo en el zoo de Paraíso Perdido, en Ceará, nordeste de Brasil, el mismo en el que Peter, Táta y Judy fueron explotados antes de ir al Santuario. Fue trasladado al zoo de Belo Horizonte, donde estaba mal asignado, sin un recinto adecuado y enjaulado. Finalmente, en 2006, el propio zoo pidió su traslado al Santuario.
Como consecuencia de todos los traumas sufridos en el confinamiento, Pongo llegó al Santuario totalmente trastornado. Alucinaba, hablaba con las manos y con las paredes, atacaba a todos los chimpancés con los que intentábamos juntarlo y acabó viviendo solo. Era claustrofóbico y nunca entraba en un dormitorio.
Se sometió a un tratamiento que incluía remedios homeopáticos y su estado mejoró mucho con los años.
Falleció en 2015.