Margarete no tuvo una vida fácil. Cuando era joven trabajó en un circo y le arrancaron todos sus dientes. Después fue llevada a un entro comercial de chimpancés que existía en el sur de Brasil, donde fue usada como «reproductora». Sus bebés le eran arrebatados poco después del nacimiento.
Con el fin del centro, en 1999/2000, Margarete fue finalmente transferida al Santuario de Grandes Primates de Sorocaba, São Paulo, Brasil, donde por fin encontró la paz que merecía. Dos de sus hijos, Emilio y Noel, también viven en Sorocaba, aunque nunca ha tenido contacto con ellos.
A pesar de ser un poco gruñona y terca, Margarete superó sus traumas y se muestra sociable y cariñosa. Encontró en la chimpancé Maria, una ex residente de zoológico, una compañera, con la cual tiene una relación de amistad muy hermosa.