Llegó al santuario en 2008, junto con su compañero Tyson, cuando el IBAMA (Instituto Ambiental de Brasil) confiscó todos los animales del Circo Le Cirque, en Brasilia.
Vivía con Tyson en un remolque precario y diminuto en medio de heces y restos de comida. En el circo, fue castrado y le arrancaron todos los dientes.
Cuando fue rescatado, Jeber tenía una pesada cadena alrededor del cuello que le dejó cicatrices. Debido a estos traumas, es desconfiado y traicionero con las personas. Sin embargo, con el paso de los años, Jeber se ha adaptado al santuario y se muestra como un chimpancé sociable y juguetón. Le encanta llevar y cuidar los juguetes que recibe como enriquecimiento ambiental.