Fue explotada gran parte de su vida en un circo, donde le arrancaron todos sus dientes, y luego en un hotel hacienda en el noreste de Brasil, donde «trabajaba entreteniendo a los huéspedes», circulando con una cadena en el cuello.
En 2014, fue trasladada al Santuario junto con sus compañeros, Maria das Dores y Martin, que vivían en la misma situación. Desde entonces vive finalmente en paz.
A pesar de todo su historial de trauma, Jamaica es muy dócil, tranquila, sociable y cariñosa. Es conocida por sus gritos escandalosos, poniéndose muy eufórica cuando llega alguien que le gusta y también cuando cualquier otro chimpancé vocaliza cerca de ella.