Llegó al Santuario en 2017, y su caso se convirtió en un hito en la historia de los derechos de los animales, ya que fue el primer chimpancé en el mundo en ser liberado de un zoológico y trasladado al Santuario mediante un Habeas Corpus.
Cuando Cecilia llegó al Santuario, estaba apática y muy introspectiva, sin expresiones faciales ni vocalizaciones propias de su especie. Después de unos meses, Cecilia se adaptó y tuvo la oportunidad de integrarse y compartir el recinto con el chimpancé Marcelino, un macho joven que también estaba esperando compañía.
Hoy, ella es completamente diferente, muy expresiva y activa, como son los chimpancés. Le gusta observar a sus vecinos y vive en armonía, alternando momentos, con sus compañeros Marcelino y Miguel.