El día 25 de Diciembre pasado fue un día inusitado, para decir lo mínimo, en el Santuario del GAP en Sorocaba, Brasil. Los funcionarios solicitaron que los dejásemos ir a las 10 de la manãna para poder pasar el día de Navidad con sus familias, en la celebración humana de la Navidad. Generalmente, siempre hacemos una escala de trabajo diferente y reducimos el numero de personas. En esta oportunidad la estrategia era: ellos colocarían toda la comida en los recintos, limpiarían los dormitorios y dejaríamos todo abierto hasta el día siguiente, sin realizar el trabajo de la tarde.
A las 10 horas de la mañana yo era la única persona humana en el perímetro del Santuario, no siendo habitual mi presencia en este día, ya que yo trabajo allí 4 días por semana, y ese sería mi quinto día. Los chimpancés que saben calcular eso, no me esperaban por allí en aquel día, sin embargo, yo me hice presente ya que tenía que darle los biberones a las bebes.
Como no tenía tareas especificas, aproveché el día para visitar algunos recintos. Cuando comencé a hacerlo me quedé sorprendido por la reacción de la mayoría de los chimpancés, especialmente de los más antiguos, y que sufren de mayores perturbaciones traídas especialmente de los zoológicos. Todos me pedían ayuda, me pedían comida, a pesar de haber todos ya sido alimentados, así mismo me interrogaban sobre lo que estaba sucediendo. Ahi me di cuenta que ellos se sentían abandonados, ya que nunca, a esa hora del día, había tanto silencio y falta de actividad en aquel Santuario.
Pongo, por ejemplo, que es medio apático, subía en la reja del comedor y me pedía comida. Bob, que come poco, me pedía mas de un yogurt especifico que le había acabado de dar.
Entonces, para regresar a la normalidad, comencé a distribuir a todos jugos, leche, yogurts, gelatinas, como una demostración que ellos no iban a morir de hambre, abandonados a su suerte por los humanos que todos los días los ayudan a sobrevivir en aquel cautiverio.
Cuando comencé a distribuir los alimentos, la reacción era de alegría y agradecimiento. Al llegar al recinto de Peter y su familia (Peter,Tata, Judy y los hijos, Marcelino y Miguel) y comencé a colocar toda la comida en las bandejas, ellos se abrazaban, como si yo fuese el salvador de la vida de ellos. En el caso especifico de este grupo, que fue muy hambreado en su vida en zoológicos, la comida es algo esencial, así como su cantidad y variedad. Ellos viven mucho en función de eso.
Es interesante llegar a la conclusión de estas reacciones inesperadas que los chimpancés tuvieron, cómo ellos piensan de su estadía en aquel Santuario, y cómo ellos entienden la total dependencia que tienen de nosotros humanos. Si nosotros desaparecemos un día, como sucedió el día 25, la muerte para su comprensión sería inminente y cierta.
Al final de todo, el día 25 de Diciembre de 2012, yo tuve que trabajar bien más que lo habitual, ya que para mis huespedes chimpancés yo era el único que con mi presencia y mis acciones, podía garantizar la sobrevivencia de su especie.
Dr. Pedro A. Ynterian
Presidente, Proyecto GAP Internacional
Fuente (en portugues): http://www.anda.jor.br/10/01/2013/um-natal-surpreendente