Sergio, llegó en la Navidad, lloviendo mucho, con 8 meses de edad y modificó totalmente, nuestras vidas.
Por causa de él, nos cambiamos de la ciudad, para el interior.
Por él, también abdicamos de viajar y pasear en familia, porqué siempre, alguién tenía que quedarse con él; para evitar imprevistos.
Con él, aprendimos a ver de otra manera a los animales en cautiverio y entramos en la lucha, por el rescate de muchos de ellos, maltratados, enjaulados y sufriendo mucho.
Por él, todos los días nos despertábamos, pensando en lo que podíamos hacer, para tornar sus días más felices, con menos tedio. Cuál era la fruta diferente que podíamos ofrecerle, qué juguete e él le gustaría más. De todo ésto, también aprovecharían sus amigos; Ana. Camila, Judy y Nino. Todos los días, Nino discutía con él, a través de la ventana, pero era, de algún modo; una distracción para todos.
Sin querer, fuimos aprendiendo el lenguaje de los Chimpancés. Por el sonido que ellos emitían, sabíamos sí estaba llegando alguién y si era bien venido; sí había alguna pelea, si ellos estaban felices o tristes; sí había entrado algún animal en el recinto o si era apenas un “peligroso guzanillo”, encontrado en las verduras.
Ultimamente, no podía faltar la escarola, que él adoraba; entonces, tuvimos que plantar varios almácigos en la huerta.
Y el panecillo mojado en el Té, para comérselo chupando, antes de dormir. La sopita calentita en la cena, la gelatina y los chupetines; ahora en el verano!
Y así, al final de cada día, sentíamos aquélla sensación de deber cumplido.
Siguiendo esa rutina, ayer el día amaneció lindo, con un sol radiante, los pájaros cantando, los perros ladrando, el caballito pastando y los Chimpancés jugando, gritando y peleando, todo igual, como todos los días, hasta el atardecer; fué cuando nuestro hijito peludito, Sergio; se acostó en la gramilla y partió! Él, nos dejó sin ningún aviso, sin despedidas, sin tiempo para un abrazo, nada; su corazón simplemente, paró.
Parecía que el tiempo había parado. No escuchamos más los pájaros cantando, los perros ladrando, sólo aquél vacío, aquélla falta.
Sólo ahora, nos dimos cuenta, lo cuánto él fué importante en nuestras vidas y de que su misión fué, la de nos alertar de que, cuán magníficos son esos; nuestros hermanos; cómo se parecen con los humanos, sienten, amor, celos, envidia y rabia; son solidario y cuánto ellos precisan de nosotros.
Ésta muerte, tán repentina, nos lleva a pensar de que tenemos que aprovechar la vida y dedicarnos a lo que realmente importa, amar, trabajar, disfrutar los buenos momentos, sin importanos con las rencillas de nuestra familia, de los amigos; pues, ella nos deja de repente.
En fin, hoy es un nuevo día y la vida continúa, el tiempo no para y tenemos que ser mejor, de lo que fuimos ayer!
Meu amor, va con Dios, agora estás libre; sin muros y rejas a tu alrededor.
Sonia Mandruca (fundadora y propietaria del Santuario de Grandes Simios de Vargem Grande Paulista)