Ser prisionero
publicado en 17 Abr 2012

El próximo día 18 de Abril, voy a completar 51 años de la primera noche que tuve que dormir en el suelo frio de una prisión. Tenía 21 años. La prisión era la Fortaleza de La Cabaña, en La Habana, Cuba, que en esa época era comandada por un personaje siniestro: Ernesto “Che” Guevara. Esa noche, además del frio y del hambre, los gritos de compañeros míos, que eran fusilados sin juicio frente al paredón infame, perturbaban nuestros sueños. Esa noche, Virgilio Campaneria y Alberto Tapia Ruano, todavia adolescentes, eran sacrificados, para justificar una tiranía en la Isla Cubana.

Cuatro años después, en los Andes Sudamericano, en la víspera de Navidad, nuevamente tuve que dormir en el suelo helado de una prisión. Era en la ciudad de Loja, en el Ecuador, en la frontera con el Perú. Una Junta Militar gobernaba aquél país y veía terroristas por cualquier lugar. Yo, durante dos semanas, fuí uno de ellos, hasta que percibieron el error.

Dias atrás, regresé a ser prisionero. Esta vez, por pocos minutos; sin embargo, eso, poco importa. La sensación de ser un prisionero político es la misma. De ésta vez quién me prendió no fué un humano uniformizado, fué una primate de nombre Carolina, prácticamente mi hija adoptiva, que quizo demostrar para mi y para todos los humanos, lo que es sentirse un prisionero, sin haber cometido ningún delito.

Yo estaba con Suzi y Carolina, en el recinto de ella. Estaba iniciando el proceso de integrar a Suzi, bebé de 10 meses, con una madre primate como ella. Estábamos en el corredor entre un refectorio y un dormitorio. Suzi ya ganaba la confianza de la madre peluda, que era el doble de tamaño de su madre biologica. Samantha, estaba disfrutando de algunos días libres de sus responabilidades maternas junto a su grupo y Jimmy estaba tomando cuenta de sus otras dos hijas mayores, Sofía y Sara.

Yo salí con Suzi para el patio, y Carolina se quedó en el corredor. Cuando percibió que yo estaba lejos, en la punta de los pies – como los tratadores humanos hacen cuando desean cerrar a alguien en el recinto, se aproximó a la puerta y despacio, para no llamar mi atención, la cerró. Carol, como todos la llaman, se había convertido en la carcelera y nosotros – Suzi y yo – en los prisioneros, en un abrir y cerrar de ojos.

Le pedí a ella que abriese, pero ella ignoraba que me escuchaba. Yo fingí que lloraba, pedía ayuda, etc., pero Carol quería demostrarme y a todos los humanos, lo que ellos también sentían siendo prisioneros.

La libertad es el máximo tesoro que los seres vivos tienen, no importa que sean humanos o no. Yo no podría imaginarme que de prisionero politico que fuí, me iba a convertir en el director de una PRISIÓN, donde seres inocentes, sensibles, inteligentes y racionales tienen que vivir, porqué los Seres Superiores que comandan éste Planeta, no encontraron otra solución para hacerlos sobrevivir, después de haberlos arrancado de sus tierras y arrasado las mismas.

Todos aquellos que aprisionan animales inocentes en jaulas y recintos, deberían por algún momento en sus vidas, experimentar ser prisioneros. Sin lugar a dudas, nunca más encerrarían a nadie para su deleite y entretenimiento propio y de su circulo íntimo.

Reflexionando sobre la prisión y para sacar conclusiones que den un basta a los cautiverios de animales sin motivo ni sentido, encontramos que una solución sería prohibir la fabricación, venta y exposición de jaulas, de forma que, no existiendo, no existirían los cautiverios, ni los “Pet Shops”, ni los traficantes, ni los criatorios comerciales, que incentivan el cautiverio.

No solamente Rompiendo las Jaulas actuales evitaremos el cautiverio, debemos impedir que otras sean construidas. De esa forma, nadie podrá tener animales en esos cautiverios absurdos y traumatizantes.

Lo que sucedió hace 51 años atrás en mi vida, y que podría haber terminado en un final todavía más dramático, si mis captores me hubiesen identificado correctamente, y no erroneamente como ocurrió, lo que permitió que yo escapase de sus garras, fué para mi una lección de vida.

Los chimpanzés de nuestro Santuario están presos y es la única forma existente hoy de mantenerlos con vida; sin embargo, en los últimos años, toda nuestra inversión se ha concentrado en mejorar los recintos y las condiciones de vida en aquella prisión, para hacerla más tolerable.

Pensemos en los millares de zoológicos, centenas de circos, millones de “Pet Shops”, millares de criaderos comerciales y millones de casas, que poseen billones de animales presos, para su diversión y entretenimiento. El día que ésta irracionalidad e infierno acaben, tal vez, podremos reconocer que el Planeta es verdaderamente libre.

LUCHEMOS POR ESO … NO ES IMPOSIBLE!

Dr. Pedro A. Ynterian
Presidente, Proyecto GAP Internacional


Fuente:
http://www.anda.jor.br/16/04/2012/ser-prisioneiro