Santuario Save the Chimps: una despedida para Mandy
publicado en 29 Mar 2016

Cual es la razón de vivir si no es para hacer la vida menos dificil para los otros? George Elliot Mandy (1975-2016)

Mandy fue uno de los más pequeños y bonitos chimpancés que ya tuvimos el placer de conocer. Ella, como todos los otros residentes más viejos, nació en Africa. Después de ser capturada y arrancada de su madre y familia, pasó sus primeros 10-15 años de vida en un laboratorio llamado Corporacipon Buckshire antes de ser vendida para el tenebroso laboratorio de la Fundación Coulston. A pesar de los registros ser escasos, se sabe que ella fue usada en experiencias medica y como reproductora durante 25 años. Pero este tributo que ahora realizamos no es sobre su pasado traumatico y dificil. Es sobre la Mandy que todos nosotros conocimos y amamos – y es una gran verdad que todos amamos esta pequeña y poderosa chimpancé. Su tratador, Skye, capta en su reseña todo lo que quisiera decir de ella:

«Mi amiga, Mandy

por Skye Connors, Supervisor de Tratamiento de Chimpancés en el Santuario Save the Chimps, Fort Pierce, Florida.

Mandy amaba los placeres simples de la vida que marcaram su retiro en Save the Chimps. Adoraba estar en la isla. Ella casi siempre era la ultima en subir para las refecciones y muchas veces escogia sentarse en el patio, al aire libre, en vez de entrar para comer frutas y vegetales frescos. Hasta cuando el tiempo se cerraba, ella podria ser encontrada del lado de fuera, apreciando el viento fresco, la lluvia leve y su libertad.

Una de mis mejores recordaciones de Mandy era el momento que una tortuga colocó huevos en la isla. El grupo se mantuvo a distancia y se quedó pendiente de la entrada de aquel intruso. Sin embargo, ella se sentó a pocos pasos de distancia y observó, de forma protectora, hasta que la tortuga terminó de colocar sus huevos. Entonces Mandy la condujo de vuelta al agua, y se quedó observando mientras ella se alejaba bien distante. Ella no demostró tener miedo ni animosidad, solo curiosidad.

Mandy tenía muchas amistades maravillosas. Algunas, como Yvette, se remontaban a los tiempos de ambas en el laboratorio tenebroso de Coulston, y ellas permanecieron juntas hasta el ultimo suspiro de Mandy. Yvette era su compañera constante, siempre pronta para confortarla con un abrazo. Cuando los jovenes machos se comportaban de forma indisciplinada, se veia a Mandy e Yvette abrazadas apoyandose mutuamente. Las dos me hacian sonrerir. Todo lo que Mandy tenia que hacer era erguir los brazos en dirección a Yvette, y ella venía corriendo para abrazarla. Cuando Mandy no queria entrar y preferia dormir en el nido perfecto que ella había construido fuera, Yvette agarraba comida y se la llevaba, un procedimiento poco comun entre chimpancés. Las dos señoras de edad siempre recorrian la isla juntas, y se relajaban al sol, acostadas y en contacto constante.

Kendra era también una amiga querida de Mandy. Eran vistas muchas veces a la hora de las refecciones en la isla jugando y una tirando los pies y las manos de la otra, que las hacia reir. A la hora de la comida, Kendra entraba primero en el comedor, y veia si el grupo estaba tranquilo, ahi iba a la puerta y de la mano hacia Mandy entrar. Mandy era tan pequeña que muchas veces Kendra tenia que ayudarla a entrar. Habia veces que Mandy era recelosa de entrar, y Kendra fingia llorar hasta que su amiga le extendiese la mano para hacerla entrar. Yo siempre mantenia la puerta abierta despues que Kendra entraba porque sabia que Mandy posiblemente la seguiria. Kendra también se quedó a su lado hasta el fin.

Mandy era una chimpancé muy gentil, pero tenía su lado autoritario. Esa viejita conseguia mantener a los grandes jovenes indisciplinados en linea cuando ella queria. De vez en cuando, se sabia que uno de los jovenes habia ofendido a Mandy cuando se escuchaba su voz haciendo eco por todo el Santuario. Observando en ese momento, era posible ver a Mandy – seguida por Yvette y Kendra – perseguiendo otro chimpancé que era mitad de su edad y el doble de su tamaño.

Mandy llevó un tiempo para me aceptar como su tratador. Tuve que ganar su afecto. Segun ella pensaba, yo estaba allí para alimentarla y darle enriquecimiento, solo eso. Finalmente, despues de meses de trabajo exclusivamente con su grupo familiar, tuve la primera demostración de amor de Mandy. Ella habia acabado de llegar de la isla y la saludé como siempre hago con todos los chimpancés. Ella me sorprendió, extendiendo su mano, y colocando los dedos a traves de la cerca, como un gesto de bienvenida. Por primera vez ella me dió sus espaldas y me permitió que le diese un masaje con un pequeño pedazo de manguera, que llamamos hace-cosquillas. Eso se convirtió en una interacción comun entre nosotros y siempre le agradeci por haberme brindado su confianza. Yo la amaba y respetaba como la señora digna que ella era.

Mandy fue probablemente la mejor constructora de nidos que Save the Chimps ya tuvo. Antes de recogerse todos los días, Mandy e Yvette recolectaban al final de la cena las frazadas limpias para sus nidos nocturnos. Le dabamos la cantidad que pedia. Mandy colocaba las frazadas en forma de circulo perfecto en torno de su cuerpo minusculo. En el ultimo día que estuvimos con ella, mi colega tratador T y yo le dimos todas las frazadas más grandes que teniamos. Mandy construyó uno de sus maravillosos nidos y le dije en aquella ocasión que la amaba. No imaginaba que seria la ultima vez que la veria. Siento mucho la falta de ella!»