por Fernando Turmo PGS/ GAPEspaña
Cuatrocientos dólares por tonelada. Eso es lo que se paga aproximadamente por el aceite de palma, un comercio que amenaza con dar el golpe de gracia a lo inevitable del cambio climático de nuestra madre Tierra. Pasen y vean; un túnel oscuro con voces que susurran tragedia.
Miles de kilómetros cuadrados de bosque tropical han desaparecido en Borneo en los últimos años como consecuencia de este monocultivo abrasivo y contaminante. Con desconsuelo el ser humano muestra con este holocausto su cara más perdida y miserable. El bosque pantanoso generalmente es desecado mediante una canal de desagüe, talado, quemado y convertido en una plantación de palmeras.
No existe actualmente otra semilla oleica que se cultive en el mundo y que produzca más aceita que esta calidad de palmera que se planta industrialmente en Indonesia. Una sola hectárea puede llegar a producir 5.000 litros de aceite. Evidentemente la soja, que produce 446 litros o el maíz con sus 172 litros no hacen sombra como futuros «biocombustibles» a estas plantaciones de palmera.
Pero es interesante saber que el apelativo de «biocombustibles» no deja de ser solo que un mero apelativo erróneo con fines comerciales, ya que estas plantaciones de palma de aceite degrada agresivamente el medio ambiente. En primer lugar esta planta absorbe todos los nutrientes del suelo dejándolo extremadamente pobre hasta tal punto que tras 25 años de cosecha la tierra queda estéril para siempre, ¿y después qué? Después solo pueden crecer matorrales que son el perfecto combustible para los fuegos que están consumiendo esta parte del mundo.
Por otro lado, las fábricas de procesamiento de este aceite producen una gran cantidad de deshechos contaminantes compuestos por cáscaras, agua y residuos de grasa. También conviene precisar que al ser un gran monocultivo precisa de una gran cantidad de plaguicidas herbicidas y fertilizantes producidos con petróleo.
La explotación del aceite de palma en Indonesia solo parece beneficiar a terratenientes y gobernantes corruptos. Los más débiles parecen resignarse con mirar al otro lado. Una situación que se repite en el tercer mundo una y otra vez.
El 70% de los bosques de Borneo han desparecido, como si nunca hubieran existido. Alrededor de 2 millones de hectáreas de bosque son destruidas todos los años.
Según estudios recientes de la Universidad de Michigan la degradación de estos bosques claves en el frágil equilibrio del planeta tendrá repercusiones tanto a nivel local en Borneo, como regional en Asia como a nivel global en todo el planeta. Si una hectárea de selva en Indonesia desaparece al mismo tiempo una gran porción de hielo se deshacerá en los polos de la Tierra con la consecuente aceleración de la subida de temperaturas en todo el planeta y sus consecuencias incontrolables, (explicado a groso modo).
Fenómenos meteorológicos como el Niño producto de variaciones de temperatura y presiones atmosféricas que se dan respectivamente en el océano y el aire van a comenzar a cambiar su ritmo al no encontrar las húmedas selvas que tan directamente influyen en su ciclo.
En el siguiente mapa se puede observar la evolución de la desaparición de la selva de Borneo. Lo que todavía es imprevisible y se espera con cierto temor son sus posibles consecuencias en el cambio climático de la Tierra.
Es interesante saber quien está involucrado en esta barbarie. En un principio podría parecer que esta devastación de las selvas de Borneo es producto de una mala gestión del gobierno central de Indonesia, sin embargo esta es solo una parte de una compleja trama de comerciantes y compradores internacionales.
Como no, China, famosa por su agresiva política exterior en la explotación de los recursos naturales del planeta, en concreto fauna y madera, importa cantidades industriales de esta madera de Indonesia y Papuea Nueva Guinea. Prácticamente toda la madera llega al gigante asiático por el puerto de Zhangjiagang. Las etiquetas pegadas en los troncos muestran claramente la procedencia. Gran parte de esa madera ha sido talada ilegalmente, contribuyendo a la desaparición de dos millones de hectáreas anuales de bosque en los últimos 15 años. Eso es mucho.
Si comparamos la media de consumo de madera tropical de una persona china y una norteamericana podremos observar que el chino consume 17 veces menos que el americano, sin embargo lo que causa el problema es la cantidad de chinos que existen, lo cual convierten a una demanda individual soportable en una demanda nacional impresionantemente cuantiosa. Finalmente la mitad de la madera que entra en China sirve para el consumo interno del país y nunca llegará a exportarse.
Sin embargo, la otra mitad tiene como destino a otros monstruos del consumismo desatado; Estados Unidos y Europa. En los últimos diez años Estados Unidos ha importado ocho veces más madera tropical y Europa cinco veces más desde China. Cuando analizamos estas cifras debemos de avergonzarnos como europeos que somos. En toda historia parece haber culpables ocultos.
Sin embargo es interesante saber que desde las inundaciones de 1.998 en China causadas por la excesiva deforestación en este país se tomaron medidas para la protección de sus bosques con grandes campañas de reforestación. El año pasado se plantaron 3,7 millones de hectáreas de árboles pasando del 16% del territorio nacional chino cubierto de bosque al 20% (se calcula) para el año 2.020. Todo esto está muy bien a nivel interno pero uno se pregunta porqué China no explota los bosque extranjeros con el mismo cuidado y perspectiva de futuro.
En Indonesia el 75% de la tala es ilegal. Presiones múltiples provenientes del extranjero y de los diferentes estratos ejecutivos del propio país dejan entrever como sola posible solución la disminución de demanda de madera y aceite de palma desde occidente.
En el Parque Nacional de Tanjung Puting, al sur de la isla de Borneo, se encuentra la mayor reserva de brezal costero tropical y bosque pantanoso de turba del sureste asiático, un fragmento de bosque en medio de un paisaje deforestado y uno de los mayores hábitats que quedan de los orangutanes. Justo al borde de la reserva las plantaciones de palmera acechan como un ejército erosivo. Entre estos motocultivos y el Parque Nacional existe un río que los separa. Sin embargo los orangutanes en ocasiones se aventuran a cruzar al otro lado, no entendiendo de fronteras ni propiedades humanas y penetran peligrosamente en las plantaciones para comer los frutos de las palmeras. Esto en ocasiones tiene desastrosas consecuencias para los orangutanes que son asesinados a tiros por los trabajadores de los latifundios. La WWF calcula que cada año se cazan entre 250 y 1000 orangutanes para venderse en el mercado negro, los adultos para carne y sus crías como temporales mascotas.
La zona, aunque protegida, ha sido agredida por mineros, cazadores y cortadores de madera ilegales, sin olvidar los incendios. En contra de toda esta corriente de maldiciones para esta vergel selvático se encuentra, como no, una mujer heróica y singular; Biruté Galdikas, una primatóloga conocida internacionalmente por sus trabajos y estudios de campo con los orangutanes. En el parque de Tanjung Puting Galdikas ha reintroducido más de 150 orangutanes los cuales llegaron a sus manos provenientes de confiscaciones o por cesiones cuando sus dueños se sentían desbordados por una mascota naranja y peluda que no paraba de crecer y destrozarlo todo.
En el pueblo de Pasir Panjung, próximo al parque de Tanjung Puting, se encuentra el Centro de Cuidados y Cuarentena de Orangutanes que la propia Galdikas dirige y sustenta gracias a su organización OFI. En este centro trabajan tres veterinarios locales y una gran plantilla de trabajadores que ejercen labores de cuidadores y madres adoptivas. El centro está previsto con instrumental veterinario y medicinas donadas, lo cual permite el correcto cuidado de los orangutanes huérfanos. Por las mañanas estos son conducidos diariamente a un bosque contiguo llamado «bosque de entrenamiento» donde las pequeñas crías cogen práctica jugando en las ramas de los árboles.
Lo ideal es que los individuos sean reintroducidos en la selva cuando cumplen entre seis y ocho años de edad.
Todo podría parecer perfecto salvo cuando se observa un gran armario que ejerce la función de fichero. Las estanterías están repletas de pequeños librillos. Cada uno corresponde a un orangután. En total hay actualmente 327 inquilinos en el centro. 327 orangutanes a los que se sumaran en breve otros muchos más. La mayoría son huérfanos de escasas semanas de edad. Algunos meses llegan hasta cuatro orangutanes nuevos. La situación es crítica y desbordante. Por mucho que se quiere hacer nunca se llega a todo. El número de orangutanes es excesivo y es necesario un gran presupuesto y una compleja logística para su organización diaria..
Según Galdikas, aunque el pasado fue muy trágico y complicado con el dictador Suharto bajo cuyo poder el país careció de todo control y se devastó la selva a gran escala, incluida la del parque, actualmente parece que el gobierno tiene voluntad de comenzar a parar la deforestación de Indonesia.
Actualmente Galdikas y su organización OFI da trabajo a cerca de 200 personas para proteger al parque de cazadores, talas y fuegos y para trabajar en el centro de acogida de orangutanes huérfanos.
Galdikas está luchando por demostrar al gobierno que el parque puede dar más rendimiento económico y a más largo plazo con el turismo que con la tala y explotación minera.
Para acabar este artículo, solo me gustaría añadir que nuevas investigaciones botánicas descubrieron en Borneo un árbol que produce un fármaco (Clanolida A) que actualmente se encuentra en estudios clínicos los cuales dejan entrever unas propiedades curativas contra el Sida.
También sería oportuno añadir que empresas como la gran corporación Unilever que fabrica entre otros productos alimenticios como Calvé, Knorr, Tulipán o Frigo, así como productos de cuidado y belleza personal como Axe, Dove, Rexona, Signal y Timotei han sido denunciadas por Greenpeace por promover las talas de la selva en Borneo para reemplazarlas por las plantaciones de palmeras y así poder abastecerse de este aceite para la fabricación de sus productos. Unos productos que los tenemos en nuestras propias casas.
Cuando estaba terminando de escribir este artículo en el avión que me traía de Indonesia a África miré un momento por la ventanilla para decidir un final. Curiosamente en ese instante el avión estaba descendiendo para hacer escala en Doula, la capital de Camerún. Mi visión de los alrededores de esta gran ciudad me hizo temblar cuando comprobé como unas grandes extensiones de plantaciones de palmera de aceite rodeaban a esta gran ciudad. La maldición acecha ahora a los ecosistemas de África y acabará con ellos si nadie lo impide.