ANÁLISIS
Por Reinaldo José Lopes – colaborador del Diario la Folha de S. Paulo
Mucha gente debe estar preguntándose el porqué de la reacción inflamada, por parte del público Americano, ante la muerte del Gorila Harambe. Escoger entre la vida de un niño y la de un simple animal, correcto? Quizás, esa perplexidad sería menor, si otras personas hubiesen tenido contacto con los grandes primates y acceso a literaturas científicas, sobre la complexidad de nuestros primos en primer grado, en la humanidad.
Éstos primates, fabrican una gran variedad de herramientas, adoptan tradiciones culturales que varían de región para región, poseen censo de empatía y pueden tener un grado de comprensión rudimentar , de lo que significa la muerte de un compañero.
Tales datos, enarbolaron un movimiento que defiende que se les conceda a los grandes primates( e a otras especies de vida mental igualmente complexa, como la de los delfines y elefantes) una versión básica de los derechos humanos: la garantía de que ellos no sean muertos, usados en experimentos dolorosos o aprisionados.
Éste movimiento ya influenció, al menos timidamente, decisiones judiciales por el mundo afuera. Nueva Zelandia y paises Europeos, no más aceptan pesquisas biomédicas con esos animales; jueces de Argentina y de Nueva York concedieron Habeas Corpus a Orangutanes y Chimpancés.
Peter Singer y otros críticos más radicales, dicen que, por la manera como los seres humanos tratan a otros animales, acostumbran a clasificarlos como «especismo»(por analogía con el racismo), la idea de que los miembros de nuestra especie, poseen derechos individuales intrínsecos, simplemente, por haber nacido gente.
Entretanto, la muerte de Harambe sugiere que, cuando las consideraciones teóricas sobre el tema, son suplantadas por un conflicto de intereses concreto y urgente, es mucho más difícil defender una ética totalmente no especista. Tiene todo el sentido, evitar que los grandes primates sean tratados como cobayas o como atracciones circenses, vencer el instinto humano de proteger la vida de los proprios hijos, sería de una equidad gélida y sin miedo de errar, deshumana.
Si la situación se invirtiese, ningún Gorila dudaría en defender a su propia cría -lo que significa que no vale la pena el esfuerzo para que no sea preciso escoger, entre la vida de personas humanas y personas no humanas.
Fuente:
http://www.pressreader.com/brazil/folha-de-spaulo/20160603/282127815735801