Maximo Sandin afirma
publicado en 09 Sep 2009

“La desaparición de los grandes simios sería el mas grave indicio de degradación, de miseria ética y moral de nuestra especie.”

Pedro Pozas Terrados, Director del Proyecto GAP en España, le ha hecho una extensa entrevista a Maxino Sandin, Biologo, y Profesor de la Universidad Complutense de Madrid, que será publicada por extenso en los proximos dias en el Web Site del GAP (PGS) Español.

Aquí, como una introducción reproducimos la primera pregunta de aquella polemica e singular entrevista, en que Sandin defiende la clasificación de los grandes simios en el genero Homo, y califica como catastrofe ecológica su posible desaparición de la faz de la Tierra.

 

(Pedro Pozas)1.- Nos conocimos en el curso de la UNED celebrado el pasado mes de julio en Logroño, que tenía precisamente como tema principal “DARWIN”. Dimos una charla cada uno y después compartimos una mesa redonda toda la mañana. Más tarde le propuse entrar en el Proyecto Gran Simio que aceptó de buena gana haciéndose miembro del mismo y posteriormente le propusimos ser Asesor Científico, que igualmente aceptó con agrado.  Por qué apoya nuestro trabajo ω Qué significan para Ud. los Grandes Simios ?

(Maximo Sandin)En el curso mencioné que es muy posible que su extinción esté desencadenada. Si tenemos en cuenta qué tipos de intereses gobiernan el Mundo y en qué situación han puesto a África, Sumatra y Borneo no parece que haya motivos para albergar muchas esperanzas, pero precisamente por eso es por lo que hay más motivos para luchar por ellos. Cualquier extinción es una catástrofe ecológica que acerca al derrumbe del ecosistema total. Cualquiera de las muchas que estamos provocando es un paso más hacia la catástrofe general. Los ecosistemas se rigen por complejas interrelaciones entre todos, absolutamente todos sus componentes. Cuando alguno de estos desaparece tienen una gran capacidad para “recomponerse”, pero si se van acumulando extinciones llega un momento en que las redes de relaciones se rompen y se produce un derrumbe catastrófico de todo el ecosistema. Pero en el caso de los grandes simios creo que el problema tiene un fuerte componente ético o filosófico (no sé cómo calificarlo) añadido; los grandes simios (chimpancés, gorilas, orangutanes) son algo más que especies que comparten con nosotros un antecesor común más o menos lejano: son “especies hermanas”. Las “especiaciones”, es decir, la aparición de nuevas especies no es un proceso por el que éstas se van diferenciando gradualmente de las antecesoras. Es un proceso brusco por el que se modifican determinadas “redes” de información genética que controlan el desarrollo embrionario y que producen remodelaciones más o menos grandes que afectan a todo el organismo. Es lo que, en términos paleontológicos se conoce como “el equilibrio puntuado”, propuesto por Eldredge y Gould y basado en la observación del registro fósil, aunque ellos no daban una explicación sobre cual era el proceso implicado. Es una descripción de lo que se observaba: las especies cambiaban bruscamente dando lugar a una o varias “especies hermanas” que permanecían en períodos de “estasis”, es decir, sin cambios o cambios poco significativos durante períodos de uno a diez millones de años hasta que un nuevo cambio repetía el proceso. También comprobaron que esos cambios coincidían con algún tipo de disturbio ambiental. Ahora se sabe que los genomas contienen una gran cantidad de “elementos móviles” que actúan (entre otras cosas) como reguladores de otros genes y se ha comprobado experimentalmente que cambian de posición (no a “cualquier sitio”) ante agresiones ambientales como radiaciones o sustancias químicas o algún otro tipo de agresión que producen lo que se conoce como “estrés genómico”. Es decir, ahora tenemos datos verificables sobre cómo se puede producir lo que se observa en el registro fósil. Por lo tanto, la evolución humana se ha debido de producir como en el resto de los animales, es decir, los chimpancés (y sus “parientes”, los bonobos) y los gorilas serían, junto con el hombre, producto de una especiación así. En cuanto al orangután, supongo que lo que voy a decir va a resultar “escandaloso” para algunos, pero creo posible (y algunos científicos chinos opinan lo mismo) que sea el resultado de un proceso semejante en Asia. Lo cierto es que los “árboles filogenéticos” de los mamíferos se han modificado recientemente de un modo radical a partir de los conocimientos sobre sus genomas que los diferencian en tres grandes grupos: Afrotheria, Eurasiatheria y Xenarthra, con origen respectivo en África, Eurasia y Centro-Sudamérica. En los tres hay formas acuáticas, unguladas e insectívoras que, por su morfología habían sido clasificadas anteriormente como de “origen común”. La explicación genética es que existen unos complejos de genes-proteínas llamados Homeoboxes que son los que controlan la formación de tejidos y órganos durante el desarrollo embrionario que son compartidos por grupos alejados “filogenéticamente”, como, por ejemplo, mamíferos placentarios y marsupiales, algunos muy parecidos morfológicamente, aunque están muy alejados “evolutivamente” según la concepción dominante de la evolución. La evolución es un fenómeno mucho más complejo que lo que nos han intentado hacer creer.
Me estoy extendiendo demasiado, como siempre, pero he considerado conveniente las explicaciones anteriores para dar una base a lo que voy a decir ahora, también “escandaloso” (supongo): En concordancia con el “equilibrio puntuado” en el resto de los animales, los Australopithecus africanus (con las diversas “especies” de Australopitecinos gráciles) son los primeros fósiles de chimpancés, y los Australopithecus robustus (también con sus distintas “versiones”) son gorilas…. Y los Homo (de habilis en adelante) son hombres. Me resulta asombroso cómo las ideas preconcebidas sobre cómo “ha de ser” la evolución hagan que se de un gran valor a variaciones de tamaño o morfología craneal que no son mucho mayores que las que existen actualmente en los hombres para asignar “especies” diferentes a “homínidos”, como los expertos les llaman, a hombres con cultura y comportamiento humano y no se molesten en poner juntos un cráneo de chimpancé y uno de africanus o de gorila y robustus y mirar las estructuras óseas cuya única diferencia es una pequeña “acentuación”. Claro que las características iniciales de los grandes simios no eran “tan acentuadas” como las actuales. Tampoco las de los primeros hombres. Como en el resto de los animales han sufrido, a lo largo de la “estasis” cambios no sustanciales.
Pero esto no es sólo una deducción: Marc Verhaegen, un paleoantropólogo tan lúcido como honesto (como, al parecer, ignorado), ha relacionado, mediante un estudio multifactorial, 39 caracteres craneodentales de chimpancé, gorila y hombre con los de fósiles de “homínidos”, africanus y robustus, es decir, dejando que el análisis los agrupe sin condiciones previas. El resultado es que el programa, el ordenador, agrupaba los chimpancés con los africanus, los gorilas con los robustus, y los hombres con los hombres. Sin embargo, los expertos “consagrados” en la evolución humana siguen afirmando que no hay fósiles de chimpancé ni de gorila, pero no importa “porque lo que se necesita son hombres-mono”, y siguen encontrando “especies nuevas de homínidos”.
En definitiva y tras esta “pequeña” introducción, respondo la pregunta: Los Grandes Simios son nuestras “especies hermanas”. No constituyen una familia (una denominación taxonómica tan artificial como la mayoría de ellas) que incluye los distintos géneros Gorilla, Pan, Pongo, y Homo. Si hay que clasificarlos taxonómicamente, pertenecerían a un solo género. Y si hubiera que ponerle un nombre, yo optaría por el género Homo. Si permitiéramos que se extinguieran pudiendo impedirlo, es más, el hecho de provocar nosotros mismos la extinción de nuestros hermanos en la naturaleza trascendería la catástrofe ecológica. Sería el más grave indicio de degradación, de miseria ética y moral de nuestra especie.