Si esta pregunta fuese hecha a una variedad de personas, estariamos muy sorprendidos por la diversidad de las respuestas. Aquellos que no aceptan – por preconceptos – de que los chimpancés bordean la humanidad, van a responder que «no».
Días atrás sucedió un episodio en el Santuario del GAP en Sorocaba, que responde con claridad la interrogación colocada en el titulo de esta materia.
El chimpancé Felipe – más conocido como Pinho o Felipinho – vivió una gran parte de su vida en el desaparecido Circo Garcia. Allí el fue brutalizado como ningun otro para dominar su personalidad rebelde. Entre otras cosas absurdas, era amarrado y golpeado con una barra solida hasta que hacía sus necesidades por puro horror de lo que le hacian.
Pinho tenía que odiar a los humanos, nunca encontró nada de bueno en aquella especie que lo dominó la vida entera. El vivía en una jaula, dentro de un remolque del Circo, y el amor de su vida, la chimpancé Nega, vivía al lado. Ellos tenían relaciones sexuales por la reja que los separaba, y Nega tuvo varios hijos, que después le fueron robados y aquellos que sobrevivieron están en nuestros Santuarios, sin que ellos lo sepan.
Cuando el Circo Garcia finalmente cerró, transfirió los 14 chimpancés que todavia tenía para pequeños recintos que había construido en una propriedad rural en la zona de Vargem Grande Paulista (a 50 km de S. Paulo). Cuando la dueña del Circo se enfermó, nosotros pasamos a cuidar del mantenimiento de la propiedad y de los chimpancés. En aquella epoca el tratador René Nascimento, que trabaja con nosotros más de 10 años, fue enviado para allí para cuidar de los chimpancés. Durante un año René vivió en la propiedad y solo venía a Sorocaba una vez por semana, para ver a su esposa, que también es tratadora en nuestro Santuario.
Pinho lo conoció en aquella epoca. Cuando terminamos comprando la propiedad y los chimpancés, a raiz de la muerte de la dueña del Circo, él regresó con ellos para Sorocaba. Pinho e Nega entonces consiguieron vivir juntos, sin la separación de las rejas, sin embargo, nunca más tuvieron relaciones sexuales ni tuvieron hijos. Pinho continua adorando a Nega, pero sin intimidad.
Cuando Pinho llegó era totalmente selvaje, golpeaba en las puertas, destruyó algunas, era el terror de todos, ya que era sumamente agresivo. La carga de odio que él llevaba en su alma por la brutalización a que fue sometido se manifestaba de esa forma. Meses tras meses, y años tras años, su odio fue languideciendo y comenzó a apreciar a los humanos que aqui lo trataban y que eran diferentes de los que en el Circo lo asediaban. René, que lo acompañó practicamente desde el Circo hasta el Santuario, era la persona de su mayor confianza, sin embargo, siempre se mantenía a distancia.
Días atrás, Pinho tuve un gesto final, demostrando que el odio ante los humanos estaba sepultado en su alma. Pinho estaba con dos frutas que él aprecia mucho, llamda Pinha (en el Caribe se llaman Anones). Cuando René se aproximó para saludarlo, Pinho le ofreció una de aquellas frutas, como un reconocimiento por haberlo tratado como un igual todos estos años, diferente de los humanos que él conocía. René aceptó la fruta y la comió en su presencia, agradeciendole el presente con un apreton de manos.
Esta escena prueba que a pesar de toda la violencia que los humanos han ejercido contra los chimpancés, todavia existe en el corazón y en el alma de estos extraordinarios seres, una reserva de compasión para perdonar la especie superior que practicamente los extinguió de la faz de la Tierra.
Dr. Pedro A. Ynterian
Presidente, Proyecto GAP Internacional
Fuente: http://www.anda.jor.br/06/06/2013/os-chimpanzes-sabem-perdoar