LAS PRIMATES MEGH Y DEBBY LILI AGUARDAM LA DECISION DEL HABEAS CORPUS
publicado en 15 Sep 2008
CHIMPANCÉS DE ESTIMACIÓN

Las primates Megh y Debby son tratadas como hijas, por la familia que entró en la justicia, con un pedido de Habeas Corpus; para no soltarlas en la naturaleza.

Las hermanas Megh,3, y Debby,4, disputan incansables cariños de sus padres. Principalmente cuando la hermana Joyce,27, está cerca. Es un tal de saltar, gritar y tirarse cosas, unos a los otros. Ni precisaba. Las dos son objetos de atención total de la familia, desde que fueron adoptadas a finales de 2004. La competición entre hermanas sería normal, si la pequeña dupla no fuese de chimpancés.
En el sitio en Ibiúna(70 km de São Paulo), ellas viven como gente. Fué en la condición de «casi humanas» que se transformaron en objeto de acción en el Superior Tribunall de Justicia(STJ), adonde será juzgado el habeas corpus en beneficio «de las niñas», como la familia se refiere a las primates.
Para el presidente de la OAB-SP, Luiz Flávio Borges D\’Urso,48, bichos no son sujetos de derecho, pero si, a la persona . «No me parece que el habeas corpus sea el mecanismo apropiado para esta discusión. Es una medida adoptada con la intención de sanar la consternación impuesta a un ser humano. O sea, su destinatario final es alguién, no un bicho.
Indeferentes a la polémica jurídica que la acción desencadenó-desde que la desembaragadora Alda Bastos, del Tribunal Regional Federal, determinó que ellas fuesen devueltas a su habitat natural. Megh y Debby se divierten en un playground de 600 m2.
El lugar, parece más un parque de diversiones, fué construido para alojarlas, por el empresario Rubens Fortes, que se apasionó por las chimpancés cuando se quedaron sin casa, después del cierre definitivo del Paraíso Perdido Park, zoológico de Fortaleza adonde nacieron.
Megh y Debby cuentan con 20 juegos al aire libre, entre toboganes, amacas, casitas y una piscina con bolitas. La diversión continúa en una sala de 300 m2 con juegos pensados para estimularlas. Además de skates y de redes, un laptop infantil, hacen la alegría de las niñas, que no gustan de muñecas. Pelotas, son el juguete preferido de la superactiva Debby, que al contrario de la hermana, prefiere las actividades físicas, a las motoras. «Megh es capáz de pasar horas colocando piedritas dentro de una botella», cuenta Rubens.
Ellas duermen, alrededor de 11 horas por día, en camas separadas, con derecho a cobijas y almohadas. La habitación está al lado de una sala de TV, para que el  aparato no perturbe el sueño de las bebas. El día comienza temprano para las niñeras Nena Machado,28, y Camila Leite,16, que se despiertan a las 5:30 hs antes de las primates, para preparar las mamaderas de achocolatados o suplementos alimentares para bebés.
Nena y Camila pasan el día cuidando de las chimpancés. Son ellas que preparan las cinco comidas diarias; de ellas, dos con menú igual al de un ser humano; todo en una cocina exclusiva. «A ellas no les gusta comer la misma cosa, dos días seguidos. Si hubiese repetición, ellas reclaman y no comen», dice Nena.
Las actividades de las chimpancés son acompañadas de cerca por la «mamá» Claudia, que practicamente se cambió de São Paulo, donde vive la otra parte humana de la familia; para Ibiúna, para cuidar de las «pequeñas». Tantos mimos son retribuídos. Las primates abrazan, besan y peinan los cabellos de los «padres», de la «hermana» y de las niñeras. «Las niñas no tienen una rutina fija. Son ellas que escogen cuándo y lo que quieren hacer», garantiza Rubens, que mantiene a las chimpancés en un amplio terreno con arboledas y con un río al fondo. Son cerca de l.000 m2 construidos y cinco ambientes diferentes intercomunicados y elaborados para ellas.
Rutina tan parecida a la de los seres humanos, transforma la situación legal de Megh y Debby, en compleja. Devolverlas a la naturaleza, como determina la desembaragadora, sería una sentencia de muerte. «Éstos animales, no tienen la mínima condición de ser reintegrados a la naturaleza. Van a morirse. Viven en situación humanizada y nacieron en cautiverio», explica Antonio Ganme, coordinador de la división de fiscalización del Ibama.
El embarazo es más grande, por el hecho de que las primates no son nativas de la fauna brasileña. El biólogo Luiz Fernando Padulla, que hizo el parecer presentado a la justicia, sobre el caso, cuenta que soltarlas en la naturaleza, no es viable: «La acción colocaría la vida de ellas en riesgo y causaría un desequilibrio ecológico; ya que, son naturales de las florestas africanas, con patologías específicas y necesidades alimentares, diferenciadas de la selva».
El habeas corpus, fué una salida extrema del empresario, que no mide esfuerzos para tener los animales cerca. Hace un año y medio, las chimpancés viven en un santuario, como son llamados los criadores de animales exóticos, autorizados por el Ibama.
En São Paulo desde 2005, ellas ya cambiaron de dirección tres veces. En Ubatuba, vivian en un lujoso terreno de frente al mar. Sin embargo, por estar próximo de una reserva, el Ibama negó la autorización para el santuario; pues, la presencia de ellas, podría causar un desequilibrio ecológico.
La decisión del TRF salió cuando la dupla ya estaba en el santuario Caminos de la Evolución, que en aquel entonces, todavía no había sido autorizado por el Ibama.
«El santuario de Ibiúna, hoy es credenciado por el GAP y está homologado por el Ibama. Esa decisión judicial, no hace ningún sentido», afirma Pedro Ynterian, presidente del GAP Internacional(Great Ape Project), sigla en inglés para el Proyecto de Grandes Primates, como es conocido en Brasil. Estamos provocando a la Justicia brasileña, para que ella confirme que los chimpancés tienen derechos constitucionales para con la vida».
La alegación es la de que ellos tienen 99,4% del material genético humano, la misma sangre, son seres inteligentes y viven en comunidad. «Sólo no saben hablar. También no existe un humano que no sepa hablarω», provoca Pedro.

Niñas mimadas

Así mismo, Rubens está dispuesto ir a la Corte Internacional de Justicia en Haia, para cuidar las chimpancés. No parece cansado de una disputa judicial que ya dura tres años. La primera fué para transportarlas desde Fortaleza, hacia São Paulo. El Ibama no liberó la autorización, alegando problemas en la documentación; inconformado con la negativa, Rubens dió continuidad al plano, a rebeldía. «La situación era gravisima. Faltaba comida en el Zoo», dice el empresario. Primero, trajo Debby, que se llamaba Lilly, como fué bautizada. Cinco meses después, volvió para buscar Megh.
Para ayudarlo en los viajes, contrató un biólogo. Ellos alternaban entre pañales y mamaderas. La dedicación de Rubens es total. Él sale de São Paulo, donde dirige una fábrica de alimentos, dos veces por semana para visitar a «las niñas» en Ibiúna. La mujer llega a dormir en la habitación de las primates, cuando están enfermas. «Sé que todo ésto parece una locura, para quién vé del lado de afuera; pero es un amor que no tengo cómo explicar», dice el empresario.
Hoy, Megh y Debby no serían bienvenidas entre sus semejantes en África. Mientras la justicia no decide quién se va a quedar con ellas, la humanización de las primates llegó al punto de que no duermen más en el suelo, ni se alimentan solitas. «Ellas no son bebés. Son dos bebitas» mimadas», juega Selma Madruca, presidente del Proyecto de Grandes Primates en Brasil.