La sopa que enfrió …
publicado en 12 Jun 2012

SANTUARIO DE SOROCABA

A las 9:30 de la mañana, en los días que estoy en el Santuario del GAP, coloco en una de las ventanas del recinto de los chimpancés Jango y Junior 3 botellas de sopa caliente. A seguir, doy dos botellas para Billy, y entro en el recinto abierto de Luke llevandole otras dos, junto con jugos E yogurts.

De su plataforma aerea, Junior me ve llegar al recinto con Luke, ahí él baja para buscar sus dos botellas de sopa, que ya sabe dejé en el camino. La tercera posiblemente ya Jango agarró, dejando las otras dos reservadas para su querido amigo, que es muy comilon.

El pasado viernes – 8 de Junio – fue un día miserable en el Santuario, llovía sin parar, fuertes vientos y un frio intenso de menos de 10°C nos golpeaba a todos nosotros, lo que es algo raro en el area de Sorocaba. Junior me vió entrando en el recinto de Luke y fue en busca de su sopa, que por la primera vez no estaba allí, ya que el carro que yo usaba para transportarla, habia tenido que ir a otro destino para atender una emergencia.

Resignadamente, se dirigió a su tunel, como siempre lo hacía, de donde pode visualizar una buena parte del Santuario. Jango lo acompañó como siempre lo hacía. La sopa llegó en su ventana con atrazo, después del medio dia. Jango agarró su botella y dejó las otras dos para su amigo. El no sabía que su amigo quizás a esa hora posiblemente ya estaba muerto, en el tunel, de donde nunca más saldría con vida.

El sabado, día 9, cuando fui a colocar las nuevas tres botellas de sopa, percibi que las otras dos estaban allí intactas. Algo estaba sucediendo. A pesar del día infernal de ayer, con lluvia incesante y frio intenso, Junior nunca dejaría de tomar aquella sopa, que tanto amaba. Los tratadores se dieron cuenta que Jango estaba diferente, queria contarles algo y comenzaron a buscar a Junior. Lo encontraron minutos después caido frente a un charco de sangre, producto posiblemente de un infarto fulminante, dentro de su tunel.

La parte del Santuario que tiene acceso a aquel sector, quedó en silencio. Sus colegas de otros recintos sabían que algo trágico habia sucedido. Tal vez Jango dió la voz de alarma, el día anterior, cuando estaba anochecendo, y una gran griteria se armó en el Santuario. Jango debía haber comunicado a sus compañeros que Junior estaba muerto. Nosotros humanos no conseguimos entender la comunicación entre ellos.

Junior era un chimpancé robusto y pesaba más de 100 kg. Sufrió mucho, vivió una buena parte de su vida en un circo, en el sur del país, allí fue enviciado en cigarrillo y bebida. Cuando el circo no consiguió usarlo más lo donó al Zoológico de Brasilia. Allí vivió algunos años hasta que la Dra. Clea Lucia Magalhaes, veterinaria jefe del Zoo, y el director del mismo en la epoca, Raul Gonzales, tomaron la sabia decisión de enviarlo a nuestro Santuario. Pocos zoológicos tienen esa sensibilidad, ellos la tuvieron, sabían que Junior no duraría mucho sI continuase viviendo en la exhibición publica.

Junior se quedó con nosotros más de 7 años. El debía estar entre los 30 y 40 años de edad. Vivió una gran parte de este tiempo con Jango, que es un chimpancé pequeño, delicado, que sufrió todavia más que él en los circos que vivió, ya que lo castraron y le arrancaron todos los dientes.

Junior era comilon, no despreciaba ningún alimento, gustaba de todo. Ya tenía pocos dientes, la mayoría se pudrieron en su boca, como sucede con los chimpancés que no son bien tratados. Tenía una tendencia a desarrollar pequeños tumores en las manos y los pies, que dificultaban su locomoción, ya que los dolores lo acompañaban a cada lugar que fuese. Vivía en una plataforma aerea, donde hasta dormia. Nosotros lo forzabamos a bajar para que hiciese ejercicio, colocabamos la comida en lugar distante, para que la viniese a buscar, pero Jango no entendía el por que y le llevaba la comida, convirtiendose en su “mesero de lujo”. Cuando descubrimos que adoraba sopa caliente, ahí comenzamos a ofrecersela, para forzarlo a bajar y andar.

Como Jango demoraba en llevarle la sopa, él bajaba para agarrarla y con eso conseguimos que se moviese.

Con mucho esfuerzo, por su peso y tamaño, varios tratadores lo sacaron del tunel, Catarina, que era su vecina, comenzó a gritar y a pedirme ayuda. Los chimpancés saben lo que es la muerte y la temen. Ninguno de los chimpancés de los recintos, desde donde se podía ver nuestra actividad, se hizo presente, ya que ellos sabían horas antes – por el aviso de Jango – que su amigo estaba muerto.

Jango no tiene buena suerte. Años atrás, Gil, chimpancé hembra, con quién vivía, tuvo el mismo tipo de infarto y murió en la plataforma aerea. Ahora su gran amigo, dejaba un vacio en su vida. Horas más tarde Jango todavia estaba en la entrada del tunel, ahora cerrado, quizás, esperando un milagro, aguardando a Junior aparecer con un ancho y expresivo sonriso, como él lo acostumbraba a hacer, cuando algo lo agradaba.

La muerte de un chimpancé para la familia del GAP, en cualquiera de nuestros Santuarios, es un tragedia sin fin. Sabemos que muchos de ellos llegan debilitados por la vida miserable que llevaron y que tenemos limites en nuestra tarea de recuperación. Sin embargo, desearíamos que aquellos chimpancés que sobrevivieron a todo y a todos, fueran inmortales.

Junior fue enterrado en nuestro cementerio, junto con sus compañeros que partieron. Nadie lo botó en un basurero, lo embalsamó o lo usó para experiencias. El, como todos los que le acompañaron, ahora en otra vida, estarán siempre presentes en nuestros corazones.

Descanse en Paz, Gran Junior!

Dr. Pedro A. Ynterian
Presidente, Proyecto GAP Internacional

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