La delicadeza de los chimpancés
publicado en 16 Dic 2015

Si algo yo he aprendido en mi convivio de 15 años con los chimpancés es de apreciar la delicadeza que ellos tienen cuando tratan semejantes y humanos en que ellos confian.

A traves de peliculas, testimonios, narraciones y hasta declaraciones de primatologos que nunca tuvieron la suerte de convivir con esos primates, se ha difundido la teroria de que los mismos son violentos, agresivos, intolerantes y hasta peligrosos.

Confieso que en mis primeros años de vida en comun con ellos llevé algunos sustos y tuve pequeños accidentes, sin embargo, la relación mutua estaba siendo construida y ellos no me conocian lo suficiente, y tampoco yo tenia la habilidad necesaria para comprenderlos.

Hoy, eso cambió. Por eso decidí colocar en el papel mi opinión, que puede hasta ser considerada exagerada por algunos que no han tenido mi vivencia.

El chimpancé sabe que es fuerte, mucho más que cualquier ser humano, y puede herir hasta sin querer, más con aquellos que confia, sabe comportarse, ser cuidadoso, y no participar de juegos con sus colegas humanos, que estos no puedan enfrentar.

Los chimpancés que criamos desde pequeños y no tienen ningun resquicio de la locura de los que llegaron ya adultos, sufridos y heridos por el maltrato humano, la delicadeza es todavia más caracteristica, en su tratamiento con nosotros. El respeto que ellos tienen conmigo no es ni comparable a la relación entre humanos. Ellos me ven como un padre y aceptan todas nuestras iniciativas y decisiones sin questionarlas. Yo puedo entrar y salir de un recinto, en frente de ellos, que no intentarán forzar la salida para escapar, algo que ellos adoran hacer en otras circunstancias, si tienen la oportunidad.

Si yo duermo cuando estoy dentro de un grupo o con algun chimpancé solo, no me perturban y aguardan pacientemente hasta que despierte, para jugar conmigo o hacer «grooming«.

Días atras estaba con Noel, que fue el segundo chimpancé que llegó a nosotros, todavia bebe y terminé adormeciendo. Ellos tienen mucha curiosidad por mis aparatos de audición, y consiguió sacar uno de mi oido, sin me despertar, debe haber jugado un poco con el mismo, y lo dejó junto a mi, sin dañarlo.

Cosa parecida también ha sucedido con mi celular. Años atras los celulares que conseguian robar terminaban abriendolos y rompiendolos. Hoy no más se comportan así, saben que el celular es importante para nosotros, y si lo roban en un descuido, es solo pedirlo que lo devuelven.

Ellos se preocupan mucho con nuestra salud, si estornudamos, tosemos o tenemos alguna herida en algun lugar, que ellos la detectan, quieren verla, tratarla con su saliva, que ellos piensan es milagrosa como curativo. Al día seguiente nos piden para ver de nuevo la herida y la van siguiendo a diario hasta que consideran que ya no tiene riesgo, solo así se convencen que no corremos peligros mayores.

Días atrás, Emilio (que también llegó bebe al Santuario) que es muy cabeza dura, decidió quedarse en el area de cerca eletrica que él visita todas las mañanas junto con Guga, cuando estoy en el Santuario. Durante dos días no regresó para el recinto de muros. Como castigo para que él entendiese que la disciplina es importante, no lo dejamos regresar a esa area durante varios días, mientras Guga iba solo. El se dió cuenta que estabamos molesto con su actitud. En un momento que mi esposa Vania, estaba conversando con Guga, él se aproximó discretamente con un ramo de uvas, como presente y se lo dió a ella, para mejorar el relacionamiento. Después de ese día no dejó de regresar a su recinto en el horario habitual.

Hay algunos chimpancés en el Santuario que yo no veo con la misma frecuencia, ya que no están en el trayecto de mi trabajo en el mismo. A veces pasan 2-3 semanas y no los veo, cuando aparezco hacen un verdadero escandalo de alegria.

Me recuerdo una vez cuando Marcelino, hijo de Tata y Peter, todavia era un bebe y me pidió mi gorra que se la di. Cuando Tata llegó y lo vió con mi gorra, se la tiró de la mano y me la devolvió, como pidiendome disculpas por la actitud de su hijo que pensó habia robado la misma. Para aclararle que su hijo era correto, y no habia procedido así, le devolví la gorra a él, para que jugase con ella.

Tanto con Cesar, como con sus hermanas, Sofia, Sara y Suzi, siempre los saqué de sus recintos, mientras eran pequeños, para que disfrutasen algunos minutos en libertad, en el bosque, o visitando la casa donde había pasado sus primeros meses de vida. Siempre los llevé de vuelta en poco tiempo, y nunca Samantha, la madre, ni Jimmy, el padre adoptivo, me reprovaron por esta libertad que me tomaba, con sus hijos. La relación con los adultos siempre se mantuvo al mismo nivel de cariño y respeto, inclusive con otros que desde sus recintos me ven circulando con los bebes.

En caso de escapes, en estos 15 años, cuando estaba presente, siempre acompañé a los fugitivos en sus andanzas por el Santuario, visitando sus colegas vecinos, así como los llevé de vuelta para su recinto de origen usando diversos recursos y estratagemas, y en ningun momento sufrí agresión. En la ultima fuga de Caco, que ya hacia 10 años no entraba con él, me recibió como un amigo y practicamente me pidió que lo llevase de vuelta a su recinto, ya que el no conseguia subir el muro de vuelta.

Confieso que años atras, cuando entraba en los recintos de algunos chimpancés algun miedo sentia, de reacciones inesperadas. Sin embargo, hoy me siento más seguro en compañia de ellos que con muchos humanos. Los chimpancés son muy sentimentales, saben amar, odiar, tener celos extremados y pueden cambiar de comportamiento en un piscar de ojos. Pero cuando ellos te conocen y confian en ti, nunca vas a quedar en peligro estando con ellos, ya que saben controlar su espíritu primitivo y espontaneo, y te brindar la seguridad que saben uno aprecia cuando está junto con ellos.

Dr. Pedro A. Ynterian

Presidente, Proyecto GAP Internacional