En la desesperación de su huída ya no atendieron a razones, y la hembra fue abatida ante el supuesto riesgo de una reacción incontrolada. Dicen los críticos que las autoridades no supieron o no quisieron andarse con contemplaciones, y que no agotaron todas las posibilidades para conseguir capturarla sin necesidad de matarla. Fue como disparar en la sien a un pura sangre cojo. El macho tuvo mejor fortuna y logró escabullirse y sobrevivir a esa primera batida. Se le supone perdido, oculto en unos montes que hasta hoy solo existían en el paraíso de su imaginación.
Se ve que el Edén existe solo en la imaginación de sus habitantes; si no, ¿por qué motivo iban Adán y Eva a decidir morder la manzana, sabiendo las consecuencias que eso les traería? Yo pienso que decidieron fugarse; no los echaron, sino que optaron por provocar su expulsión porque ya no se encontraban a gusto. Descubrieron que aquella especie de reserva no era en realidad ningún paraíso. Quizás la imaginación les hizo ver que había otros mundos, y pensaron que, con un poco de suerte, una vida en libertad les daría la oportunidad de descubrir otros paraísos incluso mejores que aquel.
A primera vista, es obvio que Eva se llevó la peor parte. Nunca sabremos quién tuvo la idea de fugarse, a cuál de los dos se le ocurrió pensar que fuera encontrarían un mejor destino.
Dentro lo tenían todo. Aparentemente. Tenían todo cuanto necesitaban al alcance de la mano. No les hacía falta cazar o recolectar; su vida estaba resuelta. Entonces, ¿por qué decidieron huir y abandonar para siempre esa vida tranquila y libre de preocupaciones?
Me pregunto lo que sentiría Adán al verse libre por primera vez en su vida, en qué usaría su libre albedrío, qué tuvo que hacer para sobrevivir en la montaña, cuáles serían sus miedos, o si lloró por el cruel destino de Eva. La libertad es siempre dolorosa. Una vez que se muerde la manzana del deseo, la plena satisfacción es imposible. Y, sin embargo, por muy dolorosa que sea la libertad, más lo es la desesperación por la desesperanza. Si solo conoces tu paraíso, el paraíso acaba transformándose en cárcel; y la cárcel, en un verdadero infierno.
Pobre Adán y pobre Eva. Y pobres de nosotros, que somos sus hijos, atrapados una y otra vez en la cárcel de nuestro paraíso. De cuando en cuando, solo la lucidez de un nuevo Adán y una nueva Eva nos dan en la cara con fuerza para despertarnos de nuestro falso sueño. Y en esta ocasión, para mayor vergüenza de la especie humana, Adán y Eva no son más que una simple pareja de chimpancés hartos de soportar la desconsideración y el desprecio de unos falsos dioses que deciden sobre sus vidas y sobre su destino. La humanidad desborda los límites de nuestra especie. Los grandes simios tienen sentimientos y emociones; gorilas, bonobos, chimpancés, todos son conscientes de sus vidas, de sus alegrías y triunfos, y sufren el drama de la muerte de seres queridos y la tragedia de la pérdida de su libertad. La humanidad no es patrimonio exclusivo de los humanos.
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