(Pág 96, Revista Galileu, Brasil, Diciembre de 2009)
por Jaqueline B. Ramos (periodista ambiental y Gerente de Comunicación del Great Ape Project – GAP)
Biologicamente hablando, los seres humanos no son nada más que grandes primatas. Guardamos con las otras 4 especies de este grupo muchas semejanzas incluyendo las geneticas y comportamentales. Sin embargo, no hay dudas de que en terminos racionales somos mas desarrollados. Ahora, en pleno siglo XXI, tenemos que comenzar a valorizar la responsabilidad que esa racionalidad nos brinda. Y apoyar la Declaración Mundial de los Derechos de los Grandes Primatas es justamente comprender esa posición especial que el ser humano ocupa en el medio natural, al lado de otros seres vivos.
Derecho a la vida, a la libertad y a la no tortura. Entendemos que chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes tienen tantos meritos para la concesión de esos derechos como los seres humanos que los disfrutan. No que otros animales no merezcan el mismo respeto y que todos los abusos practidados contra ellos no deban ser condenados. Mas en el caso de los grandes primatas eso queda evidente debido a su proximidad con nosotros. No podemos abrir mano de cuidar de nuestros primos evolutivos y tener eso como una bandera de una grande causa.
La declaración es bien clara en sus principios. Defendemos que la vida de todos los grandes primatas deba ser protegida y que sus miembros no puedan ser muertos, excepto en circunstancias estrictamente definidas, como por ejemplo, la legitima defensa. Que los grandes primatas no puedan ser privados arbitrariamente de su libertad, teniendo el derecho de vivir libres en su habitat natural, y que en cautiverio, tienen el derecho de vivir con dignidad y ser protegidos de la explotación comercial. Y que la imposición injustificada de dolor intenso, ya sea fisico como psiquico, sin motivo o por um supuesto beneficio de otros, sea considerada una tortura y una agresión de la cual deben ser protegidos.
Aquí, en el Proyecto GAP, defendemos esa propuesta desde su surgimiento en la decada del 90. Los cuatros santuarios afiliados al Proyecto en el Brasil hospedan mas de 70 chimpancés, que en su mayoria fueron rescatados de situaciones de malos tratos y condiciones inadecuadas de vida en circos, espectaculos y zoologicos. El dia a dia en el santuario refuerza nuestra tesis sobre el grado de humanidad de los chimpancés y demuestra cuánto la privación de los derechos propuestos en la declaración, pueden generar sufrimientos y consecuencias, algunas veces irreversibles, en nuestros parientes mas proximos en el mundo animal. Y si eso puede ser evitado, por qué no hacerlo. Al final de cuenta, si nos consideramos los parientes mas “expertos”, eso es lo minimo que debemos hacer por ellos.