Diversas veces nos sentamos frente a nuestra vieja maquina Olivetti para redactar estas lineas, sin embargo, la emoción no permitía que un texto coherente se concretizase. A los pocos días del 3 de Diciembre, un año atras, el Santuario del GAP en Sorocaba tuvo quizás su día más trágico y triste.
Como le contaba al periodista Fernando Gabeira, en la excelente materia que realizó en nuestro Santuario, a raíz de la visita de Peter Singer, y transmitida por el canal Globo News semanas atrás, nos hemos llorado mucho en el Santuario, en algunas ocasiones, cuando nos sentíamos impotentes de salvar la vida de nuestros más carismáticos e históricos chimpancés.
Morir dos chimpancés, en una madrugada, era un golpe terrible para nosotros que llevávamos más de 1 mes luchando, con ayuda de veterinarios y médicos humanos, por salvar aquellas vidas valiosas.
Sin embargo, nuestra experiencia nos dice que cuando un chimpancé se enferma con alguna gravedad, es muy dificil, tal vez imposible mantenerlo vivo. Tenemos una enorme limitación ya que no tenemos como explicarle a ellos los problemas que le afectan, el tratamiento que debemos hacer, así como ellos transmitirnos los detalles de lo que sienten en cada momento. Inmobilizarlo solo podemos hacerlo con anestesia, que termina creando otros problemas en su estado general, ya debilitado.
Vitor llegó a nosotros con menos de 10 años de edad. El había perdido su brazo izquierdo cuando tenia pocas semanas de vida, al ser herido en una pelea entre las hembras, donde vivía en un Criadero Comercial en la región de Morrete, estado de Parana, Sur del Brasil. Una primera cirugía amputó el antebrazo, y al infeccionarse la herida, fue nuevamente amputado a nivel del brazo. Vitor también padecia de una Otitis crónica, mal tratada en el Circo donde terminó viviendo varios años en condiciones péssimas. Durante varios años conseguimos controlar aquella infección, pero se volvía a infectar con frecuencia, introduciéndose diversos objetos en el oído cuando sentía dolor o le picaba. Un sábado lo encontré vomitando, así como quejándose de dolor de oído. Desarrolló una Pancreatitis aguda, que conseguimos controlar, no obstante el oído ya había sido agujereado y la infección se extendido a sus Meninges, y no conseguimos controlar esa infección generalizada. Durante más de 1 mes luchamos junto con él, así como todos los cuidadores y veterinarios del Santuario, para que aquel ser fuerte, grande, emocional, que tantas alegrías nos había dado, no desapareciese entre nuestras manos. Y se fue …
A mismo tiempo, a un centenar de metros, otro drama sucedía. El chimpancé más conocido del Santuario, Hulk, luchaba contra las secuelas de una vida miserable, de privaciones, de enfermedades y heridas, que además de dejarlo ciego, reducían sus posibilidades de sobrevivir. Demoramos 10 años para rescatar a Hulk. El vivió en varios circos, fue exhibido en eventos de pequeños animales en todo el país. Una vez en un evento en la ciudad de Itu, me senté en un sofá y me saqué una foto con él. Ese día – sin saber que era totalmente ciego – prometí rescatarlo de aquella vida de explotación y miseria.
Cuando fue entregado en el Santuario, y conseguí estar a solas con el, y vi sus limitaciones por la total falta de visión, su desesperación al escuchar los gritos de otros chimpancés y no poder verlos, tocarlos, abrazarlos, que me pedia que lo ayudase a andar, para no caer, nuevamente no pude resistirlo y lloré copiosamente junto a él, que al sentir mi emoción, me abrazó. Allí también prometi recobrar su visión.
Meses más tarde, conseguimos la colaboración de uno de los más eminentes oftalmólogo brasileño que se puso a disposición de ayudarnos sin conocer a Hulk. Fue al Santuario, con sus asistentes y equipos, para devolverle la visión a aquel chimpancé. Nosotros estábamos sentados bajo una palmera, cerca de la piscina, cuando el Dr. Walton Nosé se aproximó a nosotros, para dar una primera ojeada en Hulk. Tan pronto lo examinó pidió a la Dra. Camila Gentile que lo anestesiase, que el iba a regresar a ver.
Horas más tarde, Hulk se recuperaba de la operación, temprano a la mañana siguiente, yo estaba con él, y salimos a la luz que nacía. El vió sombras, vio las hojas moverse, todavía de mi mano, me llevó para la puerta del recinto, sintió el viento en su rostro y comenzó a ver. Escuchó los gritos de sus amigos chimpancés a distancia, me pidió que lo acompañase, ya andaba solo, quería redescubrir el mundo que los malditos humanos le habían robado al echarle agua hirviendo en sus ojos para cegarlo y usarlo sin miedo.
Hulk tuvo algunos años de una vida feliz, acompañado primero de Tata, madre de Guga, que murió de cáncer oral fulminante y después con Catarina, de quien se enamoró profundamente y no aceptaba que nadie la tocase, solo él. Sin embargo, el cuerpo de Hulk estaba diezmado por los maltratos, por las consecuencias de los golpes a que fue sometido, padecía de una Sinusitis cronica. Nosotros luchamos contra todo aquellos, hasta que los riñones decidieron no funcionar más, y ya ahi poco se podía hacer, solo acompañar su agonia e intentar mitigarla.
Todavía amaneciendo aquel 3 de Diciembre fui a ver a Vitor, su enorme cuerpo inerme yacía deitado en el túnel, donde él comía y dormía, y nos esperaba cada mañana con una sonrisa. Las lagrimas nuevamente nos invadieron, sin embargo, sabíamos que la tragedia no había terminado, el cuerpo debilitado e inerme de Hulk nos esperaba a pocos metros, para darle el ultimo abrazo.
Ese día fue quizás el peor de mi vida. Por eso demoré un año en compartir los detalles con los que nos siguen en nuestra lucha na defensa incansable de los grandes primates y de los animales en general.
Vitor y Hulk fueron dos grandes compañeros de lucha en nuestra vida, nos abandonaron para siempre, pero sus historias y el calvario de sus vidas, permanecerán para siempre y nos harán luchar más todavía por los derechos de todos ellos.
Dr. Pedro A. Ynterian
Presidente, Proyecto GAP Internacional