Fuga en Chimfunshi
publicado en 18 Nov 2009

ZAMBIA, AFRICA

La voz de alerta fue dada por la mañana “el grupo de Sandy escapó”. Esta vez no fue posible preveer, como se hace habitualmente, chequeando las cercas, los arboles caidos, ramas que sirven para abrir el cercado o la abertura de puntos de escape en diversas partes de los recintos. Ahora tenían que ir atrás de ellos: Sandy, un chimpancé macho corpulento de mas de 75 kilos, su compañera Cleo, su hijo adolescente Colin y la bebe Chrissy.

Sandy no fue lejos, tal vez él ya sabía que era mejor quedarse cerca, donde la alimentación y seguridad eran garantizadas, de que penetrar en la selva y sus peligros. Innocent Mulenga, jefe de los tratadores, llegó cerca de Sandy y esperó el momento para disparar el dardo anestésico, el cual tuvo efecto inmediato. Sheila Siddle, dueña del Santuario, con 30 años de experiencia en huidas y recapturas, respiró aliviada. Contener a Sandy no sería fácil si decidiese experimentar otros caminos.

Durante tres dias, tres equipes de funcionarios del Santuario se distribuyeron por la selva, sin encontrar a los fugitivos. Los habitantes de las villas cercanas fueron alertados. Algunas personas prendieron fuego en una parte boscosa, para forzar a los chimpancés a aparecer, sin embargo, esto fue desaconsejado por el personal del Santuario, ya que era peligroso y el incendio podía extenderse, y los chimpancés – que tienen miedo del fuego – adentrarse mas en la selva.

En el tercer dia, a las 11:30 de la mañana, la noticia vino por radio “el grupo fue encontrado”. La equipe del tratador Jacob que los encontró caminando en el bosque, llamó a Cleo, que los recibió con alegria, mas cuando vió que estaban con frutas y aguas para ellos. Cleo, cargando su bebe, fue al encuentro de ellos. Trajeron la jaula, que fue colocada proxima a ella, y las frutas y el agua dentro. La tentación era mucha. Cleo y su bebe entraron y fueron cerrados. Colin no pensaba de la misma forma, como macho adolescente, quería disfrutar un poco mas aquella inesperada libertad y subió a un gran arbol. Jacob no conseguía alcanzarlo con el dardo anestésico y si lo hiciese, él podría caer y herirse. Era mejor tener paciencia y esperar. Frutas y aguas fueron distribuidas al pie del arbol. Colin estaba cansado. Decidió bajar y dar cuenta de la comida, en ese momento Jacob consiguió dispararle el dardo, y colocarlo en la jaula, para transportarlo seguramente para el Santuario.

Una aventura – con final feliz – había terminado, como Sheila cuenta en su inolvidable libro, esta no será la ultima fuga, los chimpancés siempre están planificando su proxima acción.

Dr. Pedro A Ynterian
Presidente, Proyecto GAP Internacional