Desde sus más de 15 metros de altura, dominaba una buena parte del Santuario. Por su estructura, pasaban todo tipo de aves como papagayos, lechuzas, tucanos, guacamayos, aguilas y decenas de otras especies. Lo conocimos 18 años atrás, cuando entramos por la puerta principal, que él dominaba el acceso de una finca de menos de 100 mil metros cuadrados, donde comenzó la gran aventura de nuestra vida, que dió origen al Santuario de Grandes Primates y Felinos de Sorocaba, en el Estado de S. Paulo, Brasil.
Su nombre era Jatobá (Hymanae courbaril), un arbol oriundo de la zona Amazonica y de la Selva Atlantica Brasileña; un arbol majestuoso, que producia unos frutos, que los chimpancés amaban. Aquella propiedad modesta en tamaño se convertió en la finca Viejo Jatobá, en reconocimiento a aquel arbol impresionante.
Cuando tomamos posesión de la finca, 18 años atras, un tucano y un guacamayo estaban alli instalados, sin aprobación legal (en Brasil se exige aprobación oficial para tener animales silvestres en casas de humanos), que terminó despertando nuestro deseo de la juventud de tener una colección de animales silvestres.
Aquellas dos aves nos llevaron a legalizar la propiedad frente al organo ambiental oficial (Ibama brasileño) y a extender su alcanze para todos tipos de animales silvestres. Así comenzó el Criatorio Conservacionista Viejo Jatoba, que en los primeros años se dedició a cuidar de monos pequeños y aves que nuestras autoridades ambientales confiscaban y nos entregaban para su preservación como Fiel Depositario.
Doce años atras entró en nuestra vida el primer chimpancé, un bebe de tres meses, que bautizamos como Guga y que fue el fundador del Santuario de Grandes Primates y Felinos de Sorocaba, con más de 250 animales en la actualidad.
El Viejo Jatoba desde su altura, observaba todo lo que allí sucedía y cada nuevo ser que alli entraba, pasaba por debajo de el, para juntarse a los otros. Este Viejo Jatoba tuvo una vida dificil. Varios rayos cayeron sobre él, carbonizando algunas de sus ramas. Sin embargo, el siempre encontraba fuerzas para se recuperar y nuevas ramas verdes, llenas de frutos, aparecían sin parar.
Alrededor de él, en lo que era un campo abierto, se llenó de recintos. El grupo de Guga, Monica y Martin; Jimmy y sus bebes adoptivas, todos ellos lo observaban con respeto y admiración, y nos pedian sus frutos.
El día 26 de Junio pasado, en medio a un tempestad,en la profunda obscuridad de la noche sorocabana, el gran Viejo Jatoba se partió al medio, cayendo para siempre, como sucedió todos estos años con algunos de sus compañeros primates que también sucumbieron, después de cruzar bajo sus dominios.
La muerte de un arbol de aquel tipo es para nosotros, como para todos los que lo conocieron y respetaron, una tragedia sin nombre. Nunca pensé tener que escribir la despedida de la vida de aquel arbol. Como un ser vivo, fuerte y desafiador que era, hoy le tenemos que dar sepultura. Un resto de él, de unos 5 metros de altura, todavia quedó en pié, tal vez para que nunca lo olvidemos y aprendamos que nuestras arboles son nuestro mayor tesoro, y que tenemos un compromiso de luchar para salvar sus vidas y sus existencias, como luchamos por los primates y otros animales selvajes, que el Viejo Jatoba supo en su momento dar amparo.
Dr. Pedro A. Ynterian
Presidente, Proyecto GAP Internacional