21 DE SEPTIEMBRE DE 2009
En todas partes del mundo, millones de hectáreas de tierra productiva están siendo rápidamente convertidas en desiertos verdes presentados bajo el disfraz de “bosques”. Así lo asegura numerosas Organizaciones del mundo entre las que se encuentran el Movimiento Mundial por los Bosques, en una declaración internacional pidiendo se detenga la expansión de los monocultivos de árboles.
Aseguran que las comunidades locales son desplazadas para dar lugar a interminables filas de árboles idénticos – eucalipto, pino, palma aceitera, caucho, jatrofa y otras especies – que desplazan de la zona a casi toda otra forma de vida. La tierra cultivable, crucial para la soberanía alimentaría de las comunidades locales, es convertida en monocultivos de árboles que producen materias primas para exportación. Los recursos hídricos son contaminados y agotados por las plantaciones, al tiempo que los suelos se degradan. Las violaciones a los derechos humanos son moneda corriente, y van desde la pérdida de los medios de vida y el desplazamiento hasta la represión e incluso casos de tortura y muerte. Si bien las comunidades sufren en su conjunto, las plantaciones tienen impactos diferenciados de género, siendo las mujeres las más afectadas.
A pesar de toda la evidencia disponible acerca de los impactos sociales y ambientales de estos monocultivos, siguen siendo promovidos por una coalición de actores que van desde la FAO hasta las agencias bilaterales, desde el Foro de las Naciones Unidas sobre Bosques hasta los gobiernos nacionales, desde empresas consultoras hasta bancos privados y de desarrollo.
El motivo real detrás de las acciones de estos actores es simple según la declaración Internacional firmada por numerosas ONGs: apropiarse de la tierra de la gente para que empresas de celulosa y papel, madera, caucho, palma aceitera y, recientemente, también biochar (carbón que sería enterrado en el suelo, donde se supone serviría como fertilizante y como depósito de carbono), puedan acceder a mayor cantidad de materias primas más baratas para aumentar aun más sus ganancias.
En respuesta a la publicidad adversa sobre los impactos de las plantaciones de árboles, las empresas han recurrido al uso de mecanismos de certificación, como el FSC, el PEFC, la SFI y la RSPO, los cuales les proporcionan credenciales “ecológicas” falsas que les permiten seguir con sus negocios de siempre.
El problema se ha agravado aún más con la llegada de nuevos comediantes del sector empresarial que apuntan a obtener beneficios del cambio climático, promoviendo falsas soluciones a través del establecimiento de las llamadas plantaciones para “sumideros de carbono”, la creciente demanda de los agrocombustibles y etanol y la introducción de árboles genéticamente modificados. Sin embargo, los planes de las empresas se enfrentan a una oposición creciente. País tras país, la gente se levanta para oponerse a la expansión de las plantaciones de árboles y un movimiento mundial ha crecido a lo largo de los años, unificando las numerosas luchas locales y ayudando a hacerse oír a quienes sufren por causa de las plantaciones.
En numerosos lugares los campesinos y las poblaciones indígenas son presionados para que abandonen las tierras tradicionales. De resistirse, queman sus plantaciones y arbolados, son expulsados a la fuerza y en numerosas ocasiones el asesinato impune se realiza sin ningún pudor.
Existe un levantamiento general del movimiento indigenista que está siendo silenciado por las propias naciones donde se produce y por la Comunidad Internacional, cómplice de estas masacres, ya que muchas de las empresas a las que se les concede la explotación de las tierras, la destrucción de las selvas, son compañías occidentales o asiáticas que se benefician del poco respeto que se tiene al medio ambiente.
Los monocultivos de palma de aceite y jatrofa, así como de caña de azúcar, trigo, maíz, soja y otros cultivos que sirven de materia prima para la obtención del biodiesel y etanol; se ha convertido en un crimen contra la humanidad. No sólo desplazan a las poblaciones afectadas, sino que destruyen la biodiversidad del planeta, las selvas tropicales, formando desiertos verdes, contribuyendo con ello al aceleramiento del cambio climático. Además, no es ético ni humano, emplear millones de hectáreas con destino a los agrocombustibles, mientras millones de personas mueren de hambre.
Sin embargo a pesar de ello, las naciones Unidas, tras una destrucción de una porción de selva mediante incendio o tala, si después se planta monocultivos de cualquier tipo de árbol, no considera que haya existido pérdida de masa forestal. Esto es un gravísimo error. Donde existen estas plantaciones de árboles, no hay vida, el suelo está muerto, es una pintura verde en medio de la nada.
Estos bosques sin vida, provocan graves impactos en las comunidades donde se plantan:
·Grandes empresas multinacionales ocupan enormes áreas de tierras que sirven de sustento a poblaciones locales.
·Destruyen amplias superficies de selva o bosque autóctono.
·Agotan las fuentes y cursos de agua locales.
·Arrasan la vegetación provocando así la desaparición de los animales que de ella depende.
·Las mujeres sufren impactos que las afectan específicamente a ellas cómo violaciones, raptos, falta de seguridad por los hombres encargados de la explotación maderera.
·Se genera pocos empleos, en condiciones de trabajo muy malas.
·Afectan a la salud de las personas por los cambios en los ecosistemas locales, el uso masivo de insecticidas y por la desaparición de plantas medicinales.
·Graves violaciones de los derechos humanos: amenazas, tortura, terror, asesinato individuales a lideres o masivos.
·Dan lugar a grandes incendios que ponen de forma continúa en riesgo la vida de las personas.
·Expulsan de sus tierras a los indígenas o campesinos propietarios de tierras. Si se resisten queman sus tierras con lo que su valor se convierte en nada o son asesinados.
Esta es una realidad del siglo XXI, de ahora, de un periodo en el que se supone que los gobernantes deben estar sensibilizados por el aceleramiento del cambio climático. Sin embargo se permite que estos monocultivos de árboles o de otros productos imprescindibles para la alimentación humana, sean empleados por intereses de multinacionales que solo buscan el negocio bajo la permisividad de los gobiernos y de la Comunidad Internacional incluida la ONU y la FAO.
Mientras que las selvas tropicales no sean declaradas patrimonio de la humanidad, mientras que no se prohíba a las multinacionales el enriquecerse a costa de los pobres, mientras que existan gobiernos que lo permitan y promuevan este crímenes contra la Humanidad; seguirá cometiéndose y todos nosotros seremos culpables por nuestro silencio, un auténtico crimen contra la humanidad.
El día 21 de septiembre próximo es el día internacional contra los monocultivos de los árboles. Muchos campesinos y líderes indígenas serán asesinados hasta entonces, mucho hambre y dolor en las manos de los que trabajan la tierra con dignidad y respeto. ¡Exijamos y pidamos todos, el fin de los monocultivos y la declaración de todas las selvas del mundo como patrimonio a la humanidad!.
Pedro Pozas Terrados
Secretario General
Proyecto Gran Simio / España
www.proyectogransimio.org
nautilusmar@yahoo.es
Teléfono: 678 708 832