Charles: un inconformado
publicado en 26 Ago 2015

Su cuerpo extendido en el suelo, mirando para el techo, su boca semi abierta,  sus labios y mucosas de color azulado. La falta de oxigeno en los minutos finales que llevaron su vida eran evidentes. Todavia era temprano en la mañana que fui a llevarle sus primeros alimentos, él no estaba allí esperandome. Vi las lascas de pan intocadas del día anterior, lo que nunca había acontecido antes. Charles no deberia sentirse bien, pensé.

Sin embargo, no lo busqué. Mi voz provocava en él una furia intensa y lo transportaba a algun pasado remoto en que alguien, como yo, lo debe haber perturbado profundamente. En el primer día de Charles  en el Santuario, me acerqué a la reja y apoyé uno de mis tennis, que generalmente todos los chimpancés les agrada apreciar, pero esta vez la reacción de él fue inmediata, intentó agarrarlo. Su objetivo era arrancar el tennis y alcanzar mi pie. Rapidamente me solté de su fuerza inmensa. Esa fue su primera recepción para mi.

Desde aquel momento, reacciones sucesivas de violencia y repudio se multiplicaron, cuando me veia o escuchaba mi voz. Un día terminó en un ataque más letal. Durante algunas semanas él no reaccionaba negativamente frente a mi, se quedaba quieto, dejaba colocar las bandejas con los alimentos en su presencia, no demostraba el odio de antes. Pensé que la relación estaba mejorando y confié. Una mañana mientra colocaba un jugo, él metió la mano por el agujero de la reja, agarró mi mano y haló el brazo para dentro. Luego entendi que su objetivo era matarme, lo senti en el aire. Me derrumbé en el suelo y hice presión contra la pared, grité para confundirlo, sin embargo él estaba agarrando firme la manga de mi jacket con sus manos, y haciendo presión para dentro. Si el consiguiese mi brazo derecho seria arrancado y mi vida iria junto. Habian tratadores cerca que vinieron en mi ayuda, más fue la suerte que me ayudó, el jacket estaba abierto y al tirar del mismo se lo llevó todo, y no mi brazo, que herido, quedó integro. El agarró el jacket y a mordidas lo redujo a pequeños pedazos.

Cuando los tratadores lo encontraron, llegué poco después. Todo hacia indicar que habia tenido una parada cardio-respiratoria. Algo comun en los chimpancés de cautiverio y de vida libre. La lucha por la sobrevivencia y el stress al asedio humano en sus vidas paralizan su corazón, que deja de bombear sangre y mueren afixiados.

Charles llegó del Zoológico de Ribeirão Preto. De los pocos Zoológicos en el Brasil que una decada atras, percibió que él no resistiría más el asedio del publico, con su fuerte personalidade, y nos pidió para recibirlo. Charles se daba bien con todos, menos conmigo, nunca me aceptó. No importa lo que yo hiciera o la comida que le llevase, que mi voz y mi presencia lo irritaban al maximo, y lo demostraba con actos de violencia.

Era un sabado de agosto cuando su corazón desistió de acompañarlo en la vida miserable que los cautiverios proporcionan. Charles hubiera sido un chimpancé de vida libre dominante, que llevaria a su grupo por las selvas africanas, con seguridad e independencia. El fue convertido – por acciones del hombre que lo mantuvo prisionero – en un ser frustrado e infeliz.

La unica testigo de sus ultimos minutos, Francis, lo acompañaba muchos años. Lo amaba y lo temia. Cuando tenía sus accesos de furia, desaparecia, cuando estaba calmo, reaparecia para brindarle un poco de cariño.

Francis, tal vez, tuvo una vida más conturbada que la de Charles. Capturada cuando bebe en Africa, fue llevada para Norteamerica y sometida a un programa de torturas medicas, hasta terminar en un zoológico desconocido, que tuvo la luminosa idea, junto con su compañera Quennie, de enviarlas a Bolivia, donde casi terminaron sus días por falta de comida y esperanza, si nosotros no las hubieramos rescatado de una muerte anunciada. Todos los hijos que tuvieron nunca los criaron, arrancados de las madres fueron trucidados en el programa de torturas médicas, que el NIH – Instituto Nacional de Salud Norteamericano – montó en los años 80 para probar drogas e vacunas.

Retiramos a Charles de su dormitorio. Casi no dió tiempo para que el disfrutase de la reforma que durante meses hicimos en aquellos recintos, que también son la moradia de Caco, July, Simon (Sam) y Rakker. Azulejamos todas las habitaciones y corredores, y pensamos que él estaba feliz. Dejó los albañiles trabajar durante varios meses, sin demostrar animosidad.

En la autopsia realizada, el higado está bien aumenado y se confirmó la muerte por parada cardio-respiratória.

Al día siguiente, Francis, aguardaba la vuelta de su compañero, ella no habia entendido que él ya habia partido para siempre, así como Quennie, su amiga de infortunios, años antes, también los habia abandonado. Ella, con su mirada triste, me interrogaba por Charles, yo intentaba explicarle que él nunca más regresaria. Ella continuaba buscando en los dormitorios, sin encontrarlo …

El espíritu de Charles todavia flota sobre aquellos recintos que él habitó durante años. Los sonidos y sus expresiones de alegria, cuando recibia la comida caliente que adoraba, todavia lo tenemos grabado en nuestra memoria. Las pocas cosas agradables del cautiverio, él las disfrutaba, el resto era degradante ante sus ojos.

Ahora, en el lugar que se encuentre, quizás, vagando libre de las cadenas de los cautiverios irracionales que lo atormentaron en vida, pueda ser Feliz. Es el descanso de un Inconformado con su suerte.

Dr. Pedro A. Ynterian

Presidente, Proyecto GAP Internacional